Alusiones, perversiones e irrealidades

lunes, 5 de marzo de 2007

Navegar


Navegar entre los montones de basura con una tabla de poliestireno.
Pensar en la rosa más roja y más frágil, más leve, del mundo literario y abrocharla en el ojal de tu campera de jean.
Ir a la cama solo, siguiendo al sueño cansado.
Convertirte en el perro guardián que empieza a amar el lugar en que está encerrado.
En el animal nocturno que hace entrechocar sus estrellas para bebérselas.
Este cuerpo es mío.
Mío es lo que desaparece cuando cierro la puerta.
Ya no iré a ningún lado.
No quiero novelas en el baño. No quiero mostrar documentos a los infradotados.
Quiero cuidarme yo mismo de los venenos culturales.
Quiero tener un plan mío al despertar.
Abandono el muérdago histérico y furioso.
Quiero andar por la oscuridad sin ni siquiera recordar mi nombre.
Quiero estar seguro de los peligros que representa todo eso que se espera de mí.
Quiero conspirar contra cada una de las celdas limpias de esta cárcel.
Dejar de ser un miserable más.
Voy a bajar la voz. A despojarme de los espacios de coherencia burguesa.
Quiero decirle a la mujer que me está mirando: vos decidís. No hay más.
Soy un monje que está hurgando en los papeles carcomidos de su mística.
Pero no te equivoques: todavía puedo hacer daño.
Soy un soldado vencido esperando en silencio.
Pero, todavía, un soldado.

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