Alusiones, perversiones e irrealidades

sábado, 17 de febrero de 2007

Como piedras y gatos


¿Mis preferencias culturales? Yo tiendo a pensar que estas preferencias están relacionadas con tu primer sed evolutiva. Así, debo confesarte que en este momento llevo un tiempo como fan de una piedra que es en realidad un trozo de montaña pardusca azulada. La piedra en sí es significativamente insignificante. De un color gris nublado. En general no me detengo mucho frente a rocas, arenas o cantos rodados, no me dejo deslumbrar por ínfimas partículas de paisaje porque me genera demasiada ansiedad la interpretación de un todo si parto de una parte. Más bien tiendo a mirar de reojo tratando de mantener la distancia apropiada con el objeto de estudio. En repetidas ocasiones lo fugaz de los longevos movimientos del mundo mineral termina produciéndome algo así como una picazón en mis partes pudendas. Esta piedra que, creo, el destino puso en mi camino, es una porción de una roca que muy probablemente haya pisado el general San Martín al querer ver más allá de sus soldados avanzando hacia la libertad de esos países limítrofes que forman la sudaca América de Bolívar. Al tener yo esta piedrita en mi mano, me parece ver a mí también lejos (lo cual me produce un profundo mareo que me sume en una irritación continua). Se me presenta como agrediéndome un collage permanente de paisajes remotos e inentendibles que buscan mi intelecto para agobiarlo con su pasividad extrema. Me cohabita una pintura desarraigada de mi espíritu desolado. He llegado a la conclusión que mi espíritu, merced a esta perra piedra sólo concibe la realidad en blanco y negro. Se las arregla para componer un territorio donde me vuelvo sumamente vulnerable y frágil, donde mi sensibilidad se siente agredida por una voluta terminal de insomnio depravado. Por las noches debo levantarme varias veces buscando alejar esta sensación de agobio con reiterados traguitos de whisky que lentamente van tranquilizándome hasta encontrar la parte legible de mi alfabeto mental donde todas las construcciones están perfectamente alineadas, en una ciudad ordenada y limpia donde nadie puede encontrar una estúpida piedra que te impida desarrollarte con la elegancia de un gato que usa las piedritas para depositar sus necesidades más inmediatas con la libertad de un ser con pleno dominio de su albedrío.

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